No hablo del clima, me refiero al invierno personal, que es mucho más díficil de enfrentar y totalmente impredecible.
Cuando llega el invierno (el climático) sacamos la frazada del placard, volvemos a usar sweaters, bufandas, guantes. Caminamos menos por la calle, nos juntamos a tomar café y vino tinto, en vez de coca cola y cerveza. Tenemos una cierta cantidad de herramientas que nos ayudan a afrontar a esta estación de la mejor forma posible y, de alguna manera, sobrevivimos.
Inevitablemente, durante los inviernos personales necesitamos herramientas también, aunque con las primeras bajas temperaturas no sepamos que tipo de sweaters o frazadas nos pueden ayudar, lo vamos averiguando, y lo pasamos, pasamos el invierno. No es fácil no saber cuanto va a durar o cuanto frío va a hacer. Pero sobrevivimos porque sabemos que un invierno implica un verano y ese verano va a llegar.
Y creo que esos inviernos, los que nos afectan el alma, los que nos angustian hasta los huesos, los que nos hacen no querer salir de la cama y querer estar siempre abrazados, son soportables únicamente por eso.
Hay que pasar el invierno, nada más (y nada menos).
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